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SACRAMENTOS
La Iglesia, fiel al mandato y al ejemplo de Cristo, ha mostrado siempre especial celo y delicadeza por la atención a los enfermos (Card. Narciso Jubany).
Los Evangelios muestran claramente el cuidado corporal y espiritual con que el Señor atendió a los enfermos y el esmero que puso al ordenar a sus discípulos que procedieran de igual manera. Sobre todo, reveló el sacramento de la Unción que, instituido por Él y proclamado en la carta de Santiago, fue celebrado siempre por la Iglesia en favor de sus miembros a los que unge y por los que ora, encomendando a los enfermos al Señor doliente y glorioso para que los alivie y los salve (cf. Sant 5,14-16), exhortándolos también para que asociándose libremente a la pasión y muerte de Cristo (cf. Rom 8,17) colaboren al bien del pueblo de Dios (Lumen Gentium, n. 11).
En efecto, el hombre, al enfermar gravemente, necesita de una especial gracia de Dios, para que, dominado por la angustia, no desfallezca su ánimo, y sometido a la prueba, no se debilite su fe.
La celebración del sacramento consiste primordialmente en lo siguiente: previa la imposición de manos por los presbíteros de la Iglesia, se proclama la oración de la fe y se unge a los enfermos con el óleo santificado por la bendición de Dios: con este rito se significa y se confiere la gracia del sacramento (Ritual de la Unción, praenotanda, n. 5).
En la santa Unción, que va unida a la oración de la fe (cf. Sant 5,15), se expresa ante todo la fe que hay que hacer suscitar tanto en el que administra como, de manera especial, en el que recibe el sacramento; pues lo que salvará al enfermo es su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección de Cristo, de donde brota la eficacia del sacramento y entrevé el reino futuro cuya garantía se ofrece en los sacramentos (ibíd., n. 7).
En la carta de Santiago se declara que la Unción debe darse a los enfermos para aliviarlos y salvarlos. Por lo tanto, esta santa Unción debe ser conferida con todo cuidado y diligencia a los fieles que, por enfermedad o avanzada edad, vean en grave peligro su vida.
Para juzgar la gravedad de la enfermedad, basta con tener un dictamen prudente y probable de la misma, sin ninguna clase de angustia, y si fuera necesario, consultando la situación con el médico (ibíd., n. 8).
Este sacramento puede celebrarse de nuevo en el caso de que el enfermo, tras haberlo recibido, llegara a convalecer; puede también repetirse si, en el curso de la misma enfermedad, la situación llegara a ser crítica (ibíd., n. 9).
Puede darse la santa Unción a un enfermo que va a ser operado, con tal de que una enfermedad grave sea la causa de la intervención quirúrgica (ibíd., n. 10).
Puede darse la santa Unción a los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan seriamente, aun cuando no padezcan una enfermdad grave (ibíd., n. 11).
Puede asimismo darse la santa Unción a los niños, a condición de que comprendan el significado de este sacramento (ibíd., 12).
Tanto en la catequesis comunitaria como en la familiar los fieles deben ser instruidos de modo que sean ellos mismos los que soliciten la Unción y, llegado el tiempo oportuno de recibirla, puedan aceptarla con plena fe y devoción de espíritu, de modo que no cedan al riesgo de retrasar indebidamente el sacramento (ibíd., n. 13).
Corresponde a los párrocos y a los sacerdotes procurar que los enfermos que les han sido confiados y se hallen en inmediato peligro de muerte sean fortalecidos con el Viático del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Tras la preparación debida, se tiene la celebración eucarística junto al enfermo o bien se celebra fuera de la misa, según el rito y las normas establecidas en el ritual.
Unción del enfermo
Ritos iniciales
* La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo, esté con todos vosotros.
* Y con tu espíritu.
Queridos hermanos: En el Evangelio leemos que nuestro Señor Jesucristo curaba a los enfermos, que acudían a él en busca de salud. Él mismo, que durante su vida sufrió tanto por los hombres, está ahora presente en medio de nosotros, reunidos en su nombre, y nos dice por medio del apóstol Santiago: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y si ha cometido pecado, lo perdonará». Pongamos, pues, a nuestro hermano enfermo en manos de Cristo, que lo ama y puede curarlo, para que le conceda alivio y salud.
Acto penitencial
Hermanos: para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados.
Yo confieso...
Liturgia de la Palabra
Lectura del santo Evangelio según San Mateo (Mt 8,5-10.13)
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó diciéndole:
-Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.
Él le contestó: -Voy a curarlo.
Pero el centurión le replicó: -Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno «ve», y va; al otro, «ven», y viene; a mi criado, «haz esto», y lo hace.
Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: -Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.
Y al centurión le dijo: -Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.
Liturgia del Sacramento
* Bendito seas, Dios, Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación enviaste tu Hijo al mundo.
R./ * Bendito seas por siempre, Señor.
* Bendito seas, Dios, Hijo unigénito, que te has rebajado haciéndote hombre como nosotros, para curar nuestras enfermedades.
R./ * Bendito seas por siempre, Señor.
* Bendito seas, Dios, Espíritu Santo Consolador, que con tu poder fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo.
R./ * Bendito seas por siempre, Señor.
Mitiga, Señor, los dolores de este hijo tuyo, a quien ahora, llenos de fe, vamos a ungir con el óleo santo; haz que se sienta confortado en su enfermedad y aliviado en sus sufrimientos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Santa Unción
Por esta santa Unción
y por su bondadosa misericordia
te ayude el Señor
con la gracia del Espíritu Santo.
Amén.
Te rogamos, Redentor nuestro, que por la gracia del Espíritu Santo, cures el dolor de este enfermo, sanes sus heridas, perdones sus pecados, ahuyentes todo sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le devuelvas la salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu misericordia, se incorpore de nuevo a los quehaceres de su vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión del rito
Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo nos enseñó: Padrenuestro...
* Que Dios Padre te bendiga. Amén.
* Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. Amén.
* Que el Espíritu Santo te ilumine. Amén
* Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma. Amén.
* Que haga brillar su rostro sobre ti y te lleve a la vida eterna. Amén.
* Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
(Cuando lo permita el estado del enfermo y, sobre todo, cuando éste haya de recibir la comunión, podrá conferirse el sacramento de la Unción dentro de la Misa. El momento oportuno es despúes del Evangelio y de la homilía).